China ha activado el “modo guerra” en Guangzhou. Esta es la expresión que el Gobierno usa para decir que van a cortar la transmisión comunitaria como llevan haciendo desde el primer brote de Wuhan: cierres, confinamientos y pruebas masivas. Al fin y al cabo, viendo el espejo del nuevo caos por el repunte de contagios en el Sudeste Asiático, en Pekín no quieren sustos en sus provincias sureñas.
El lunes por la noche entraron en vigor las nuevas restricciones de Guangzhou, un importante núcleo vanguardista en la provincia de Cantón, que tiene 115 millones de habitantes. Todo el que quiera salir de la ciudad debe mostrar una PCR negativa dentro de las 72 horas antes de viajar. Se han cancelado 519 vuelos en una provincia que es la que más visitantes recibe desde el comienzo de la pandemia, además de que, según cifras oficiales, representa el 90% de las llegadas internacionales entrantes del país todos los días. El año pasado, el Aeropuerto Internacional Baiyun de Guangzhou fue el más concurrido del mundo, manejando 43.77 millones de viajes.
Otra medida importante de las autoridades ha sido cerrar cinco calles del distrito de Liwan, ordenando a sus vecinos que se queden en cuarentena en sus casas, permitiendo solo a una persona por hogar salir a comprar las necesidades básicas diarias. En esa zona, donde este martes se reportaron la mitad de los 11 nuevos positivos, se han cerrado los lugares de ocio, las escuelas vuelven a las clases online como hace un año y los restaurantes sólo permanecen abiertos si pueden enviar comidas a domicilio.
El Gobierno local ha cancelado la campaña de vacunación para concentrar todos sus esfuerzos en realizar pruebas masivas de ácido nucleico: más de seis millones de muestras ya se habían recolectaron a mediodía del martes. Desde Pekín han enviado a Guangzhou un centenar de epidemiólogos y virólogos para rastrear el origen del nuevo brote.